Temprano en la mañana se abren las puertas de una vivienda en constante transformación. En Casa Tomada MirArte los espacios, las paredes y los muebles toman vida con las personas diversas e infantes que viven el arte.

«Esta es la casa de la familia que somos: diversa y homoparental, como muchos nos dicen, aunque no tengamos hijos en común; pero tenemos a la niña de Siria, a mi nieta, a mi hija y a mi familia. Por eso también nosotras nos identificamos como familia homoparental», así Mirna Padrón daba la bienvenida a educadoras y educadores populares, una mañana de febrero de 2020.

Ese día Casa Tomada MirArte acogió un taller de educación popular con representantes de proyectos comunitarios del municipio Marianao, al oeste de La Habana. Pero desde su comienzo, en marzo de 2019, este proyecto comunitario y autónomo organiza exposiciones, charlas y talleres sobre temas relacionados con la justicia social, la diversidad sexual, la cultura afrocubana, entre otros.

Cuenta Mirna que, cuando regresó a la vivienda materna, se encontró un reino de «animales salvajes». El inmueble fue deteriorándose por la salida de sus integrantes a otras provincias y fuera del país. Esa realidad no frenó a su madre, quien impuso regresar a su hogar para pasar sus últimos años.

«La casa estuvo cerrada, las inclemencias del tiempo y de la economía la afectaron. Pero mi mamá, a partir de sus años de Alzheimer, quiso regresar. Entonces ya yo no estaba en el proyecto anterior, que era itinerante, y vine a cuidarla», explica Padrón a SEMlac.

«La casa era una cueva de gatos y ratones. Por entonces yo era tutora de dos estudiantes extranjeras que vienen a través de la Universidad Pedagógica Enrique José Varona y ellas fueron las primeras en ayudarme a acondicionar el lugar. Se fueron sumando artistas y activistas con quienes venía trabajando por más de 10 años», recuerda esta habanera de 53 años, graduada de programación, producción y promoción de actividades artísticas y culturales en el Centro Cultural Félix Varela.

Con la experiencia de más de una década en el trabajo comunitario, Mirna entiende la comunidad no como el espacio geográfico o el vecindario periférico, sino ese ámbito que crean las personas con las que comparte la vida: su familia, las mujeres lesbianas y bisexuales con las que hizo activismo en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), las personas y colectivos independientes que integran el activismo antirracista y LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y queers) en Cuba y la Red de Educadoras y Educadores Populares.

¿Qué propone Casa Tomada Mirarte? ¿Cómo es un día cualquiera aquí?

El proyecto, como iniciativa artística y cultural, es hacer del arte una herramienta para la interacción con el resto del vecindario y también con artistas y activistas con quienes nos involucramos a favor de la justicia social.

Tener las puertas abiertas casi las 24 horas del día y promover una estética diferente a la común en la ciudad hacen que llame la atención. La gente siente confianza, porque además es una estética muy liberadora y trasgresora. Por eso entran y preguntan ¿esto para qué es?

Es a la vez la casa del día a día de cualquier familia cubana, lo único que se incorporan actividades y personas que colaboran con acciones artísticas y culturales, representantes de la academia que vienen a dar conferencias. Lo más bonito de esto es que se va convirtiendo en una institución, es nuestra propia institución ¿por qué?, porque somos quienes decimos: esto sí o esto no.

No tenemos una planificación rígida o un programa fijo, todos los meses. Esto va fluyendo según nuestra disposición y la de quienes nos acompañan. Es un proyecto independiente y autónomo, no tenemos una personalidad jurídica ni cuenta bancaria.

Entonces, no puedo decir, ni a mi misma ni a quienes no siguen: «vamos a hacer un programa tal y vamos a…», no es así, más bien va fluyendo. ¿Hoy no tenemos dinero?, bueno paramos y vamos a limpiar otras viviendas, o a vender huevos, o hacer compañía a una viejita; cosas así, que es el diario del cubano.

La economía en Cuba, y sobre todo en América Latina, es el eje transversal de las dificultades y, a partir de ahí, se produce la búsqueda de una mejor economía, no para ostentar, sino para educar: en nuestro vestir, en nuestra alimentación, en nuestro intelecto y el de las generaciones jóvenes de la familia, y tener días de descanso con nuestros nietos e hijas en un lugar lo más sanamente posible. Por ahí va la historia.

¿Cuáles son las principales dificultades?

Las trabas burocráticas yo creo que están presentes en diversos tiempos y lugares, pero afectan más las trabas mentales de directivas y decisores políticos y sociales que piensan que, si no estás por los cánones de un reglamento, es que estas fuera o en contra de la ley.

La idea no es estar al margen de la ley; es estar con la ley, pero también haciéndole miradas críticas. Por qué razón yo voy a pagar impuesto, en el caso de que fuera a sacar una licencia como trabajadora por cuenta propia, para tener encuentros culturales y talleres de percusión y teatro con los niños del barrio, que es además una población periférica donde la mayoría son obreros y obreras.

Funcionamos más por la lógica comunal: tú me das y yo te doy. Si entra un dinerito, llamamos a las vecinas para que unas hagan el café para la actividad y otras la ensalada. Cuando no tenemos nada, pues les pedimos un huevo o azúcar. Los niños vienen aquí, están un rato y yo les doy lo que tenga. Es ese sistema ancestral de comunalidad que se ha perdido y, en estos tiempos, es muy difícil –vuelvo y repito–, porque la economía demanda de otros intereses y solvencias.

¿Retos a enfrentar?

Son muchos. Primero que nada, como somos una familia homoparental, el primer reto es la mamá de enfrente, el papá que pasa, la abuelita que no sabe si va a dejar entrar a sus nietos. Ese es el primer reto, si lo pienso, porque yo no me detengo a pensar en esas cosas; yo voy haciendo y la vida va fluyendo. Pero realmente, ese es un reto súper importante por el tipo de familia que somos: no somos diferentes, somos otra familia más.

El segundo reto es la economía, cómo sustentar todo este proyecto y cómo sustentar a mi familia. Cuando me pregunta cómo lo hacemos, siempre respondo: con magia.

Una estrategia ha sido aplicar a proyectos de la cooperación internacional, pero aún no hemos tenido suerte de ser elegidas. Sí hemos contado con apoyo de estudiantes y activistas que vienen por proyectos de solidaridad con Cuba a través de distintas instituciones y organizaciones. Nosotras aportamos el espacio, nuestras energías, nuestros tiempos y saberes, mientras que amistades, activistas y personas solidarias apoyan con la logística y eso también nos permite pasar el mes.

La otra cooperación es a través de un fondo común que hacemos entre artistas y activistas para nuestras actividades y se deja un pequeño monto para las necesidades básicas de quienes vivimos aquí. También hay personas que tienen interés en obras plásticas que exponemos y en los performance musicales de Siria y otros artistas, y es otro aporte a la economía familiar y al proyecto.

Por eso siempre estamos evolucionando y pensando qué hacer para mejorar el confort del espacio y que las actividades puedan tener otras estéticas y mayores posibilidades.

¿Qué te impulsa cada mañana a dejar la puerta abierta?

El mayor impulso es la libertad. Qué rico levantarte y decir: voy para la derecha o voy para la izquierda, quiero hacer o no hacer, quiero leer o no.

Este tipo de espacio da soltura, sobre todo intelectual y como persona, esa que una siente cuando sale de las organizaciones más formales, de masas y políticas.

Aunque ahora mismo también estamos haciendo política emancipadora con los talleres de educación popular. Pero yo siento que esos otros espacios más formales frenan tu identidad y ética, porque vives en función de esos marcos de la sociedad que establecen las organizaciones.

Y también hace mucho bien que una, como mujer, diga: «yo puedo sustentarme, puedo armar mi tinglado», como decimos a lo cubano.

Pero, con esa libertad decides no parar, casi siempre.

Parar no. Puede ser que transforme la idea. Quizá en el futuro no esté haciendo lo mismo que ahora. Eso sí, no me gusta estar estancada en una misma idea, proyecto ni visión por más de dos años. Lo que es hoy Casa Tomada MirArte antes fue Mirarte día a día, antes de eso fui programadora municipal de cultura, antes estuve trabajando por más de 15 años en hotelería y turismo. Entonces, al futuro no voy con expectativas, las cosas llegarán y, si llegan y me resultan: ¡allá va eso!

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