Por Susana Gomes Bugallo

Mujer de Antes es perfecta en casa. Almidona, plancha, lava, limpia, cocina y se ocupa de las cosas de su marido como si fuera su madre. Toma clases para decorar su hogar, se preocupa de que los enseres necesarios no le falten, tiene todo a pedir de boca y sus cuatro paredes son un ejemplo de lo que es ser una buena esposa.

Así es. Mujer de Antes es la mejor de las esposas. Consiente cada capricho de su amado, incluso se permite ser caprichosa de vez en cuando (no hay que olvidar que los hombres deben proteger siempre a las mujeres), y se preocupa por estar impecable para cuando su cónyuge entre por la puerta.

La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.
La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.

Ella, Mujer de Antes, tiene un Marido de Antes también. Que le dice “mami”, y “quítame las botas”, y “cuánto te hace falta”, y “por qué mi short está sucio”. Que le endulza el oído con la misma miel que usa para cualquier querida de turno, y que le inventa que esa amiga nueva de Facebook que lo llama a cada rato no es sino “una vieja historia del pasado”, “una cosa sin importancia”, “un ave de paso”.

Mujer de Antes (como corresponde a su guion) se pone histérica, se esfuerza con todo su ser en creer a su Marido de Antes, y se esmera también en darle la mejor de las perretas. Pero no existe el Oscar a la Actuación Doméstica. Lástima. Mira de reojo a la amiga prohibida y algo en su ser se retuerce de placer. Cambia de canal. Nada de deseos sucios. Le pregunta a su marido que cuándo vuelve de ese viaje interminable, que ella no puede más, que el niño lo extraña.

La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.
La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.

Sí, porque Mujer de Antes también tiene un Hijo de Antes. Que anda en patines por toda la casa, que lo sacude todo, que se burla de todo, que no hace caso en nada. Ella, Mujer de Antes, lo regaña con rabia, y luego le pide perdón tantas veces que Hijo de Antes olvida la enseñanza. Es un malcriado. Pero su madre se lo hace todo, le tiene la vida resuelta. Un viaje incluso. Para que conozca el mundo. O se cambie al nido sobreprotector de su familia en Miami.

Pobre novia que lo extrañará. Sí, Hijo de Antes tiene una Novia de Antes. Que lo persigue, lo acosa, le enseña qué es ser un Hijo de Antes. Le explica que no puede andar mirando a ese tipo raro disfrazado de mujer que anda por el parque, sí, al mismo que la madre cogió hablando con su padre. Que no es una mujer, le advierte, que ella, su novia, sí lo es. Que la toque, que la bese, que la haga suya. Pero Hijo de Antes ya no es el mismo.

Mira a aquel travesti que su padre amó, aunque diga que no. Y sabe que él no hará lo mismo. Son otros tiempos. Ya jugó a agredirlo por la presión social, lo golpeó, lo desmayó, lo tiene ahora en su cama para que mejore. Tal vez lo haga suyo y dé igual lo que diga la gente. Tal vez. Y luego quiera huir, esconder sus verdaderos instintos como hiciera un día el Marido de Antes de su Mujer de Antes.

La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.
La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.

Pero Romy (que así se llama la manzana de la discordia) está cansada de la doble moral, de que se escondan de los sentimientos, de que la gente tema más a la opinión pública que a la infelicidad. Romy está hastiada. No habrá más tipos en su vida que profesen su amor a escondidas y luego salgan huyendo y renieguen de toda su pasión. Ella no lo tolerará más. Y ajustará las cuentas de Marido de Antes ahora que tiene a Hijo de Antes en sus manos. Morirá.

¿Cómo? No, eso no se puede acabar así. Piensa la gente y dicen en alta voz sobre el escenario minimalista de Ludi Teatro. Esta no es la obra original del alemán Roland Schimmelpfenning. Esta es una adaptación del cubano Miguel Abreu, en la que actrices y actores enfrentan los carteles del diseño original para la familia, cada posición de la trama con la gráfica adaptada a sus verdades. Aunque puede que la verdad sea solo una: respeto al derecho ajeno.

La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.
La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.

Y como esta puesta en escena ocurre en territorio cubano, y como no hay pueblo más bachatero que el que habita esta Isla, las cortinas simbólicas de la pequeña sede capitalina se cierran viernes, sábado y domingo solo cuando Romy (Andros Perugorría), Marido de Antes (Frank, Evelio Ferrer), Novia de Antes (Tina, Alina Castillo) e Hijo de Antes (Andi, Januel Ojeda) irrumpen en escena perfectamente travestidos a su modo: el de la libertad.

Mejor aún: cuando la estrella de la noche, Mujer de Antes (Grissel Monzón), por fin se quita sus batilongos y pantuflas y se convierte en la Mujer de Ahora, con sus deseos y bondades por encima de todo, con su sexualidad aceptada y la de los demás enaltecida. Ahí sí acaba la obra. O finalmente empieza la que debería ser la vida.

La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.
La mujer de antes. Foto tomada de Facebook.

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