Por Yohanka Valdés. Espacial para SEMlac Cuba.

La Covid-19 se coloca cada vez con más fuerza en la vida cotidiana de cubanas y cubanos, de todas las edades. La agenda mediática oficial refuerza el valor del cuidado personal y familiar mediante medidas higiénicas, información permanente y asistencia a los servicios de salud, ante la presencia de síntomas asociados al virus. Por su parte, las redes sociales animan al gobierno a acelerar medidas más drásticas de aislamiento social, popularmente conocidas como “cuarentenas”.

Lo cierto es que no faltan voceras y voceros de diversas propuestas dirigidas a la prevención. Todo ello en un contexto agravado por la crisis económica, incrementada en el último año, cuya huella más visible resulta el desabastecimiento que cada día exhiben cadenas y locales comerciales. En este escenario, una vez más pasa por alto, o se invisibiliza, qué supone esta realidad para los tiempos, cargas y autonomías de las mujeres.

Justo este día circulan en redes sociales peticiones a las autoridades cubanas de implementar medidas inmediatas encaminadas a disminuir los efectos negativos de la pandemia. Entre las acciones que se proponen destacan: el cierre de centros educativos, el recorte de los horarios laborales, la instalación del teletrabajo, entre otras. Se afirma que su puesta en marcha aumentaría la seguridad de la población ante la amenaza del virus. De hecho, estos puntos ya han sido implementados por una buena parte de los países afectados por la pandemia. Pero, ¿qué significan estos ajustes puertas adentro?, ¿sobre qué realidades preexistentes se implementarían estas medidas u otras acordadas por las autoridades a cargo de gestionar la emergencia?

Detrás del cuidado: todos los caminos conducen a las cubanas

Infografía elaborada por IPS en el marco del proyecto “Inspiradoras…” implementada por cinco organizaciones cubanas con el apoyo de Oxfam-Programa en Cuba.

Los insuficientes servicios de cuidados, junto al embarazo en la adolescencia y la persistencia de los estereotipos tradicionales e imaginarios que refuerzan los roles de género figuran entre los principales obstáculos identificados por las autoridades cubanas para la igualdad de género.

Como en otros países, son mayormente mujeres quienes asumen las tareas del cuidado y lo hacen en general sin una remuneración por ello.

En la primera línea de respuesta, las mujeres representan 68 por ciento de las personas empleadas en salud pública y asistencia social, y 66 por ciento en el sector de la educación, de acuerdo con datos del Anuario Estadístico de Cuba (2018) de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información.

Los apoyos estatales para los cuidados se han resentido por la crisis económica persistente desde 1991 y quedaron desactualizadas con respecto a las necesidades del país, con la población más envejecida de América Latina, luego de Uruguay. Las capacidades de guarderías o círculos infantiles son limitadas, así como las instalaciones que ofrecen servicios a personas con discapacidades diversas. Todo ello agravado en zonas rurales.

A la par, los cuidados que suelen realizar las mujeres impactan en los índices de participación económica y social de la franja femenina, así como en su calidad de vida.

En Cuba no existe una política de cuidado propiamente, si bien varios centros académicos e investigativos iniciaron acciones conjuntas para sentar las bases para una política pública y hasta un Sistema Nacional de Cuidados.

En la nación caribeña, 37,4 por ciento de las personas de 50 años y más que alguna vez trabajaron dejaron de hacerlo por alguna razón diferente a la jubilación. De ese grupo, 25,2 por ciento de las mujeres y 5,5 por ciento de los hombres cesaron en sus empleos para brindar cuidados a otras personas, según la Encuesta Nacional de Envejecimiento de la Población de 2017, realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información en las 15 provincias del país y el municipio especial Isla de la Juventud.

“Poco más del 57 por ciento de la población de 50 años y más prefiere, en el caso de necesitar cuidado, que estos sean ofrecidos por mujeres; el 35 por ciento manifiesta que le da igual que sea hombre o mujer y poco más del cinco por ciento declaró preferir a un hombre”, de acuerdo con esa fuente.

Existen ofertas en el sector privado a precios prohibitivos para muchas familias y que refuerzan desigualdades respecto al acceso a servicios y garantía de calidad.

Derechos de las mujeres y coronavirus: alertas en contexto

El coronavirus ha puesto a la luz desigualdades diversas y la centralidad que una vez más cobran los cuidados, al tiempo que reafirma la urgencia de promover análisis y respuestas interseccionales, con justicia de género.

• Los cuidados conectados al trabajo productivo. El trabajo desde casa se está planteando como una de las medidas cautelares y preventivas por excelencia; algunas cubanas ya lo ocupan, sobre todo para asistir el cuidado de personas de la tercera y cuarta edad. No se puede asumir que quienes llevarán trabajo a casa podrán seguir con las jornadas y entregables en calidad y tiempo habituales. ¿Quién podría teletrabajar y quién no? ¿Qué costos personales tiene para las mujeres, para su salud y calidad de vida, en un contexto agravado por la pandemia?

• Es imposible asumir que quedarse en casa con los roles tradiciones de cuidados asignados por ser mujer, más las demandas por el lado de los empleos remunerados, pueda llevarse a cabo sin la corresponsabilidad de los Estados, los hombres y los centros laborales. La invisibilización de los cuidados hace que parezca que alguien estará en casa para solucionarlo y encargarse del cuidado.

• En período de desabastecimiento, sobre todo de productos básicos de higiene y aseguramiento de alimentos, se incrementa la responsabilidad de administrar los insumos a los que se logra acceder, para que alcancen en tiempos de crisis; además del tiempo y la carga mental que supone la gestión de compras.

• Acciones de higienización del hogar, seguimiento a síntomas y atención de salud, así como gestiones médicas de familiares suelen estar a cargo de las mujeres.

• Uno de los llamados de organizaciones sociales y de instituciones en el país es a producir “nasobucos” y las historias contadas hasta el momento dejan esta labor en manos de las mujeres. Parecería que solo ellas saben coser estas piezas de moda.

• La permanencia en las casas puede incrementar las violencias que sufren las mujeres, que quedan con menos posibilidades de contar con redes de apoyo comunitarias; además, con servicios de salud que ahora mismo tienen otras prioridades de atención. Datos registrados por diversas organizaciones globales afirman que en China, por ejemplo, se triplicó la violencia contra las mujeres durante la pandemia.

• El autocuidado, agenda pospuesta por las mujeres, seguramente seguirá quedando atrás.

• Respecto a la autonomía económica de las mujeres, no puede pasarse por alto el regreso a los hogares de una buena parte de las trabajadoras por cuenta propia, incluidas emprendedoras que garantizan su sustento diario y aquellas que, empleadas en puestos de mayor remuneración, quedan disponibles hasta que los negocios puedan activarse nuevamente.

Esta situación, que pareciera estar dando un respiro al medio ambiente y anima a modificar los ritmos de la cotidianeidad, también debería servir para hacer cambios profundos frente a los cuidados en sus dimensiones de reconocer, redistribuir y reducir.

Oportunidades para pensar y movilizar la agenda cuidados

La Covid-19 nos coloca, definitivamente, ante grandes desafíos, cuya lectura en clave feminista nos ubica, también, frente a procesos y acciones en curso que podemos aprovechar.

Desde utilizar las redes sociales para colocar mensajes clave que llamen la atención y muevan debates (con perspectiva en cambio de imaginarios), hasta visibilizar frases y testimonios desde las contribuciones de las mujeres y los desafíos que supone la sobrecarga de los cuidados, así como experiencias de corresponsabilidad.

Toca ajustar la planificación de los planes de trabajo individual, según condiciones y necesidades diferenciadas para el teletrabajo, y a la vez valorar la disponibilidad de tiempo para el cuidado de familiares, en caso de que se requiera.

Es momento para conectar reflexiones y hallazgos de investigaciones con esta emergencia que activa respuestas y ahora comienza a concebirse desde una lógica tradicional de protección y asistencia universal.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *